lunes, 5 de mayo de 2014

Celos



Para mi, que he pasado 17 de mis 34 años en relaciones de pareja, este ámbito ha sido aquél en el que mi aprendizaje, evolución y toma de conciencia se han puesto a prueba. Es el terreno en el que, por la intensidad de las emociones y la exploración conjunta de la intimidad, he visto emerger mis miedos más escondidos y densos.

Creo que las relaciones personales son la experiencia terrestre en la que más podemos crecer. Y crecer puede ser placentero, pero a veces es realmente desafiante. Cuando sientes que tu plenitud todavía llega a cotas más altas de intensidad y profundidad al ser compartida con alguien, todo lo que no resuene con esa plenitud va a salir a flote.

Dicho de otra forma, todas aquellas creencias limitadoras y miedos que te impiden amar todavía más plena e incondicionalmente, van a aparecer en tu cara con un mensaje:

"Si me justificas, me proteges o me niegas, tendré que expresarme con más vehemencia. Si me miras, me aceptas y con ese movimiento, empiezas a transformarme, verás como tu bienestar y capacidad de amar se expanden hasta el infinito." 

Los celos o la posesividad son siempre indicadores de una falta de autoestima. De fondo, siempre incluyen una lógica que dice algo así: "Será mejor si yo renuncio a partes de mi libertad y tu renuncias a partes de la tuya y así nos aseguramos evitar afrontar el hecho de que somos seres libres y la vida es imprevisible, incontrolable."

A pesar de mi larga y dilatada experiencia en relaciones, todavía hoy me encuentro con desafíos que me remueven desde lo más profundo. Todavía hoy me sorprendo de cuan intensas y destructivas pueden llegar a aparecer estas emociones. De cuan fácil es a veces dejarse caer en los brazos de la cómoda seguridad, olvidando que exceso de comodidad y de seguridad acaban convirtiéndose casi siempre en aburrimiento y falta de expansión.

Veamos: si yo me amo completa e incondicionalmente (y eso implica amar mi humanidad, mi imperfección y mi punto actual de desarrollo) ¿a que temo? A nada. A nada en absoluto. Cuándo lo que siento por mi es amor y me trato con bondad, sé -como experiencia y no como pensamiento- que soy perfecto tal como soy y que todos lo son. En ese punto, ¿por qué iba alguien a sentir celos? La sensación de alguien que se ama es más bien´: "Soy maravilloso y es fácil amarme" y en ese punto, que tu pareja desee a otros pierde cierta relevancia. ¿Por qué? Porque sabes que esos otros no entran en competencia. No estás en un estado de miedo en el que te comparas y te sientes superior o inferior (que esencialmente, es lo mismo). En ese estado de absoluta apreciación por ti, aprecias también a los demás tal como son y te conmueve cualquier expresión de libertad y de amor.

Yo he vivido eso. He sentido esa claridad de forma experiencial. Y en esa claridad no hay miedo. Hay claridad, de hecho, precisamente porque no hay miedo. ¿Y por qué no hay miedo? Porque se está presente.

En el presente nada importante se ha perdido. Da igual que hayas pasado por una guerra, por malos tratos, por una relación turbulenta o por un trabajo agotador. Cada vez que estás enfocado plenamente en este momento, tú nombre, tú historia, el pasado se disipan y se descubre que aquello que parecía haberse perdido en esas terribles experiencias, sigue intacto aquí y ahora, cada momento en el que nuestra atención no esté en los recuerdos dolorosos y en las huellas y cicatrices crónicas que la mente re-crea.

Así pues, los celos, las comparaciones, los miedos, las manipulaciones, la posesividad...son indicadores de la forma en como te estás viviendo. Si sientes esas cosas a menudo y con intensidad, te prometo que aunque cueste verlo, te están indicando algo única y exclusivamente tuyo: Tu relación contigo mismo requiere de más amor, atención y paciencia..

Está claro que no es fácil a veces. Algunas de esas emociones pueden ser como una tormenta perfecta, con los pensamientos que las alimentan. Pensamientos de invalidez, de no ser merecedor, de tener mala suerte y una retahíla de juicios y observaciones de lo más variopintas, y en su mayoría, tremendistas. Es importante que si esas tormentas psico-emocionales aparecen, sean expresadas. Lo óptimo, no es expresarlas cuando uno está identificado con ellas, aunque probablemente, eso sucederá. Es de gran ayuda que la emoción, lejos de ser reprimida, explicada, justificada o negada cuando aparece (todos ellos movimientos mentales) sea observada, aceptada y sentida plenamente, sin juzgarnos. Si no nos juzgamos, aceptamos que lo que está ocurriendo, en efecto, está ocurriendo. No nos peleamos con la realidad presente y eso deja fuera de la ecuación el sufrimiento resultante de negar la verdad del momento. Una vez esa emoción es sentida, puede ser expresada y compartida de una forma asertiva. Sin reproches, sin justificaciones, sin temor.

Solemos juzgarnos negativamente por sentir cosas que preferiríamos no sentir. Bien porque nos avergonzamos de sentir lo que sentimos, o porque nos parece inapropiado o porque nos hace sentir vulnerables. Si relajamos ese juicio y aceptamos que eso ha ocurrido, la situación puede ser vista desde la calma en vez de la histeria. La ecuanimidad y la comunicación asertiva tienen espacio para aparecer y lo más probable es que con esas condiciones, el aprendizaje, crecimiento y evolución se den de forma natural.

No nos escondamos debajo de lo que pensamos que deberíamos ser. Eso sólo añade sufrimiento a la ecuación. Porque lo que es, es...y tratar de esconderlo solo aleja de nosotros la gran liberación de aceptarnos tal cual. Con aceptación, puede haber cambio; con resistencia, más de lo mismo.

¡Contadme acerca de vuestras experiencias en este tema en los comentarios!

1 comentario:

  1. Todos nuestros sentimientos más oscuros (por así decirlo) vienen del miedo, es increíble. Lo más increíble es que vivimos haciendonos los valientes, negando lo que sentimos, llenando nuestras almas y nuestros cuerpos de toxinas, como vertederos de basura.
    Si todos sentimos igual y somos iguales, por qué separarnos y por qué tener miedo?
    Gracias!

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