Para mi, que he pasado 17 de mis 34
años en relaciones de pareja, este ámbito ha sido aquél en el que mi
aprendizaje, evolución y toma de conciencia se han puesto a prueba. Es
el terreno en el que, por la intensidad de las emociones y la
exploración conjunta de la intimidad, he visto emerger mis miedos más
escondidos y densos.
Creo
que las relaciones personales son la experiencia terrestre en la que
más podemos crecer. Y crecer puede ser placentero, pero a veces es
realmente desafiante. Cuando sientes que tu plenitud todavía llega a
cotas más altas de intensidad y profundidad al ser compartida con
alguien, todo lo que no resuene con esa plenitud va a salir a flote.
Dicho
de otra forma, todas aquellas creencias limitadoras y miedos que te
impiden amar todavía más plena e incondicionalmente, van a aparecer en
tu cara con un mensaje:
"Si
me justificas, me proteges o me niegas, tendré que expresarme con más
vehemencia. Si me miras, me aceptas y con ese movimiento, empiezas a
transformarme, verás como tu bienestar y capacidad de amar se expanden
hasta el infinito."
Los
celos o la posesividad son siempre indicadores de una falta de
autoestima. De fondo, siempre incluyen una lógica que dice algo así:
"Será mejor si yo renuncio a partes de mi libertad y tu renuncias a
partes de la tuya y así nos aseguramos evitar afrontar el hecho de que
somos seres libres y la vida es imprevisible, incontrolable."
A
pesar de mi larga y dilatada experiencia en relaciones, todavía hoy me
encuentro con desafíos que me remueven desde lo más profundo. Todavía
hoy me sorprendo de cuan intensas y destructivas pueden llegar a
aparecer estas emociones. De cuan fácil es a veces dejarse caer en los
brazos de la cómoda seguridad, olvidando que exceso de comodidad y de
seguridad acaban convirtiéndose casi siempre en aburrimiento y falta de
expansión.
Veamos:
si yo me amo completa e incondicionalmente (y eso implica amar mi
humanidad, mi imperfección y mi punto actual de desarrollo) ¿a que temo?
A nada. A nada en absoluto. Cuándo lo que siento por mi es amor y me
trato con bondad, sé -como experiencia y no como pensamiento- que soy
perfecto tal como soy y que todos lo son. En ese punto, ¿por qué iba
alguien a sentir celos? La sensación de alguien que se ama es más bien´:
"Soy maravilloso y es fácil amarme" y en ese punto, que tu pareja desee
a otros pierde cierta relevancia. ¿Por qué? Porque sabes que esos otros
no entran en competencia. No estás en un estado de miedo en el que te
comparas y te sientes superior o inferior (que esencialmente, es lo
mismo). En ese estado de absoluta apreciación por ti, aprecias también a
los demás tal como son y te conmueve cualquier expresión de libertad y
de amor.
Yo
he vivido eso. He sentido esa claridad de forma experiencial. Y en esa
claridad no hay miedo. Hay claridad, de hecho, precisamente porque no
hay miedo. ¿Y por qué no hay miedo? Porque se está presente.
En
el presente nada importante se ha perdido. Da igual que hayas pasado
por una guerra, por malos tratos, por una relación turbulenta o por un
trabajo agotador. Cada vez que estás enfocado plenamente en este
momento, tú nombre, tú historia, el pasado se disipan y se descubre que
aquello que parecía haberse perdido en esas terribles experiencias,
sigue intacto aquí y ahora, cada momento en el que nuestra atención no
esté en los recuerdos dolorosos y en las huellas y cicatrices crónicas
que la mente re-crea.
Así
pues, los celos, las comparaciones, los miedos, las manipulaciones, la
posesividad...son indicadores de la forma en como te estás viviendo. Si
sientes esas cosas a menudo y con intensidad, te prometo que aunque
cueste verlo, te están indicando algo única y exclusivamente tuyo: Tu
relación contigo mismo requiere de más amor, atención y paciencia..
Está
claro que no es fácil a veces. Algunas de esas emociones pueden ser
como una tormenta perfecta, con los pensamientos que las alimentan.
Pensamientos de invalidez, de no ser merecedor, de tener mala suerte y
una retahíla de juicios y observaciones de lo más variopintas, y en su
mayoría, tremendistas. Es importante que si esas tormentas
psico-emocionales aparecen, sean expresadas. Lo óptimo, no es
expresarlas cuando uno está identificado con ellas, aunque
probablemente, eso sucederá. Es de gran ayuda que la emoción, lejos de
ser reprimida, explicada, justificada o negada cuando aparece (todos
ellos movimientos mentales) sea observada, aceptada y sentida
plenamente, sin juzgarnos. Si no nos juzgamos, aceptamos que lo que está
ocurriendo, en efecto, está ocurriendo. No nos peleamos con la realidad
presente y eso deja fuera de la ecuación el sufrimiento resultante de
negar la verdad del momento. Una vez esa emoción es sentida, puede ser
expresada y compartida de una forma asertiva. Sin reproches, sin
justificaciones, sin temor.
Solemos
juzgarnos negativamente por sentir cosas que preferiríamos no sentir. Bien
porque nos avergonzamos de sentir lo que sentimos, o porque nos parece
inapropiado o porque nos hace sentir vulnerables. Si relajamos ese
juicio y aceptamos que eso ha ocurrido, la situación puede ser vista
desde la calma en vez de la histeria. La ecuanimidad y la comunicación
asertiva tienen espacio para aparecer y lo más probable es que con esas
condiciones, el aprendizaje, crecimiento y evolución se den de forma
natural.
No
nos escondamos debajo de lo que pensamos que deberíamos ser. Eso sólo
añade sufrimiento a la ecuación. Porque lo que es, es...y tratar de
esconderlo solo aleja de nosotros la gran liberación de aceptarnos tal
cual. Con aceptación, puede haber cambio; con resistencia, más de lo
mismo.
¡Contadme acerca de vuestras experiencias en este tema en los comentarios!